24/4/09

...Que fácil fue entonces encontrar el llanto milenario. Esa fue la última vez que Ramiro regaló una lágrima en el espectáculo de su prescripta vida. Si no le bastaba sólo con haberle arrebatado el único resto de compañía que encontraba, ahora también el orgullo y el alcohol se encargaban de brindarle lo que no esperaba. También fue la última vez que escuchó la voz de Ángela. Ella, en el encanto que fue su imaginación mientras duró al lado de Ramiro, no habría podido jamás comprender el significado de las veces que él le conto que soñaba con un nogal plantado en un campo abierto, con un aura de margaritas a su alrededor.

A finales de agosto, mimada entre silenciosos sonidos de una lluvia sangrienta, corre una melodía a través del paraíso que tenia por jaula Ramiro, sin oídos alrededor para admirar tal belleza. Arminta limpia una por una, las sobras del último desastre social. Rodrigo camina con una sonrisa muerta y malcriada en el balcón...

Ángela, bueno, ella va caminando tan tranquila, haciendo de hipócrita a sus llantos, como toda su vida hizo aquel joven que alguna vez la vió en la mesita de los dulces donde siempre solía sentarse…

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