21/3/09

Una mas...

A la medianoche el mundo es diferente. Los sonidos se vuelven caricias, las miradas ausentes desvelan, el infarto de las opiniones perdidas rescata el ansia del día que comienza. Solo entonces las lágrimas pierden valor, porque el escape de mis sentimientos solo deja a la deriva de mi vasto mundo interior un flotante rasgo de lucidez.
Mis alrededores, posados y enfocados a la luna llorona, alimentándose de sus lagrimas, me dejan tratando de saborear las mías, insípidas como de costumbre, sin causa como sarcasmo, e indemnes como ironía. Eso es lo cautivante del hechizo de la noche. Gritos silenciosos que acosan mi calma, excitando el más profundo rincón, despertando los recuerdos; saqueando tumbas del ayer, con epitafios que claman inmortalidad en medio de la soledad. Entonces esas tiras coloridas me envuelven haciéndome tiritar, no de frio, sino de miedo, de perderlas, de que vuelvan a dormir indefinidamente en las dimensiones del desconsuelo, donde se cruzan las palabras amor y odio.
Atípicos cantares todavía zumbando. Estoy de cara para aclarar inciertos, estoy brincando de emoción en la estaticidad de mi espacio sentimental. Y los ladridos a lo lejos del horizonte de la maldad no alimentan mi aire, sino que huyen destrozados por lastima, aquí no hay cabida para ellos. De bruces voy, paradójicamente consciente de que tengo la mente en blanco, cayendo en una fuente de placer que borra ahora los tapices del paisaje nocturno, pero que sella su permanencia.
Dame tú mi raíz cercenada. Haz que las noches ahora sean un vivido recuerdo y no un momento para vivir recuerdos. Relata en sueños más promesas en respuesta a mis necesidades. Haz que la delecion de mis sombras repose en tu adictiva imagen. Tan solo respondeme en una mirada sincera las mil preguntas que brotan de mi respirar.
Alivia mis arranques de locura por quererte aquí conmigo.

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