28/11/08

El triunfo pa' quien lo quiera

Hay días en los que nuestras sonrisas se van, claro que sí. Hay días en los que la sangre apaga el fuego, y no sucede como queremos. Más triste aun que entendamos que cuando el fuego quema la sangre es para dar una señal. Igual son mis retratos a la luz del salón oscuro.

Intermitentemente me siento en la silla, como le llaman mis sombras. Un salón vacio delator de las minuciosas veces que soy consciente de la felicidad. No le basta con hacerme entender que no entiendo más que lo poco que puede entender un hombre sobre sí mismo. Es la monotonía de las lágrimas. Siempre vuelven acariciando tu rostro, arrepintiéndose de haberse ido, sarcásticamente. Pero sé acogerlas. Si de algo le ha servido a mi alma y corazón llorar es aprender que el tiempo no es solo el infierno florido que vemos en el reloj. En esos momentos se aprende entonces a medir el dolor. Solo somos, como dice alejo, mi soledad y yo.

Para desgracia de mis miedos, de un momento a otro vuelvo al rincón de la realidad, y me encuentro sentado bajo la lluvia en una noche de luces negras. La melodía perfora mi oído, llenándolo de nostalgia y quedan secuelas. Siempre quedan, como recuerdos pequeños infecciosos. Gérmenes de la destreza humana para hacer sufrir; no son más que prueba de ser susceptibles.

Cuando Cada uno de esos guerreros kamikazes llamados segundos, que se llevan los momentos con ellos, se posen en mi; solo entonces seré capaz de ponerme a prueba, de superar el tiempo Con la eterna gracia de Quien me ve a Diario en mis Batallas, ganadas o perdidas.

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