
A finales de agosto, mimada entre silenciosos sonidos de una lluvia sangrienta, corre una melodía a través del paraíso que tenia por jaula Ramiro, sin oídos alrededor para admirar tal belleza. Arminta limpia una por una, las sobras del último desastre social. Rodrigo camina con una sonrisa muerta y malcriada en el balcón...
Ángela, bueno, ella va caminando tan tranquila, haciendo de hipócrita a sus llantos, como toda su vida hizo aquel joven que alguna vez la vió en la mesita de los dulces donde siempre solía sentarse…